martes, 28 de abril de 2015

CAPITAL HUMANO

APARIENCIAS
Contar una historia componiendo el relato a través de lo vivido por sus distintos protagonistas, no es nuevo en el cine, basta recordar la espléndida "Rashomon". En este caso, a partir de un accidente en el que un hombre muere atropellado, la narración se estructura en distintos capítulos, correspondiendo cada uno a los personajes importantes del drama. Se pretende construir un fresco sobre los diferentes estratos de la sociedad italiana, desde el "broker" millonario y egoísta que solo mira por sus intereses, hasta el arribista de clase media que usa a su hija para escalar puestos en la sociedad sin importarle otra cosa más que las apariencias inherentes a ese estatus social. La mencionada estructura de capítulos dota de coherencia al conjunto, pero no impide que por diversas razones, haya algunos mucho mejor que otros lo que rompe el equilibrio de la película.
Pero algo falla: alguno de los personajes resultan increíbles (por ejemplo y particularmente, el agente inmobiliario lastrado por una interpretación exagerada y lamentable, o el hijo del broker prototipo de niño pijo malcriado), o las relaciones entre ellos ni están desarrolladas ni se nos explican (sobre todo las de los matrimonios que no resultan coherentes con la personalidad de cada uno). Al final, lo que queda en la memoria es alguna sugerencia de adulterio (algo típico en la alta sociedad italiana), una pequeña historia de amor (entre los más jóvenes y desclasados) y unas situaciones que uno tiene la impresión de haber visto antes en repetidas ocasiones por la obviedad resultante.

sábado, 18 de abril de 2015

AGUAS TRANQUILAS

INCOMPRENSION
Salgo de ver esta película japonesa un tanto confuso. Tengo la sensación de que en algún momento me he ido de ella, que me he perdido. Me la han querido vender como el descubrimiento por unos adolescentes, un chico y una chica, de los ciclos de la vida, el amor, la muerte, la vejez, en una relación paralela con una naturaleza a veces hostil, a veces serena. Todo ello en contraste constante entre tradición y modernidad.
Pero son demasiadas historias. El chico es un personaje tarado por la separación de sus padres, lleno de miedos y fobias. La chica, en cambio, disfruta del amor de su entorno familiar, y aunque su madre se está muriendo  (sus creencias hacen que ese trance se nos presente como una muestra más de la felicidad con que se ha desarrollado su vida), es el personaje fuerte, el que toma las decisiones, o, mejor dicho, el que sabe decidir. Pero quedan muchas cosas si explicar, símbolos que escapan a nuestra comprensión. ¿Por qué la chica se baña vestida?¿Hay relación entre los tatuajes del cadáver encontrado flotando con el padre?¿La actitud del muchacho es anterior o consecuencia de ese hallazgo?
Al final, un final supuestamente feliz, no sé muy bien lo que  han querido contarme. Si miro secuencia a secuencia, aprecio una extraordinaria belleza, pero considerándola como un todo, pensando en lo que debería ser el tema central, se me escapa, no me llega a emocionar, como si me hubieran contado la historia de un modo distante, como si se tratara de un mundo próximo a la directora pero demasiado alejado de mí como espectador.

lunes, 13 de abril de 2015

LA DAMA DE ROJO

UNA ACTRIZ
Esta sería una película muy corriente. Tiene un guión medianamente pasable con unos cuantos agujeros, una más que correcta ambientación, buena fotografía y una dirección aseada, sin más. Trata de la lucha judicial de una persona por recuperar del gobierno austriaco unos cuadros de Klimt, incautados por los nazis, que le corresponden por herencia, entre ellos el famoso retrato de Adele Bloch-Bauer, que pone el título a la película. El resto importa poco o ha sido tratado con descuido, como las relaciónes entre el abogado (Ryan Reynolds) y su mujer (Katie Holmes) o la actitud de los otros bufetes que parecen moverse solo por el dinero sin importarles la causa que defienden o el extraño personaje representado por Daniel Brühl al que no acabamos de conocer.
Pero hay algo distinto: la persona que lucha por recuperar los cuadros, Maria Altmann, está interpretada por Helen Mirren y la película gira en torno a ella; el placer de verla en la pantalla eclipsa todo lo demás. Pocas veces he visto una interpretación tan ajustada que ponga tanto de relieve las calidades más profundas de lo que significa actuar en cine. Sin histrionismos, con la mirada, con gestos casi imperceptibles, con un portentoso dominio del lenguaje corporal, uno se pasa el tiempo esperando sus apariciones, porque cuando lo hace (y hay que decir que está casi siempre presente), aparece la vida, y es que ella es la vida de la película y lo que justifica verla.