domingo, 26 de noviembre de 2017

LA LIBRERIA

LIBROS
¡Que hermosura!¡Cuanto amor a lo que significa un libro, al placer que proporciona una buena lectura! Isabel Coixet cuenta en cine la novela de Penelope Fitzgerald, la historia de la joven viuda de guerra Florence (Emily Mortimer), empeñada en abrir una librería en una pequeña población costera de la Inglaterra de 1959, una comunidad dominada por una cacique, lady Gramar (Patricia Clarkson), que teme que por ese camino de la lectura se escape una de las fuentes de su influencia.  Florence solo dispone como armas para enfrentarse a esa situación su coraje, su esperanza de futuro y las ayudas de un hombre solitario (Bill Nighy), que desprecia a esas pseudo fuerzas vivas y que solo vive gracias a la lectura, y una niña, Christine (Honor Kneafsey), a la que contrata como ayudante y que va a ser la que muchos años después, cuando disfruta de la vida que los libros han abierto para ella, nos vaya desgranando en imágenes unos recuerdos vistos a través de sus límpidos ojos infantiles.
La sutil puesta en escena de Coixet cuenta esta historia con rara emotividad, con el enorme cariño que le despiertan sus personajes, pero sin buscar evitar la dureza del drama reflejado en los duros paisajes, en lo desapacible del clima, retrato preciso de la desolación y vaciedad que existe en el alma de ciertas personas, incapaces de apreciar la belleza y llenas de estúpidos convencionalismos. En toda su extensión, una espléndida dirección que además ha sabido incorporar a la misma  a unos actores que para participar en la emotividad del relato no tienen más que prestar su físico, como si sus rostros fueran lo único que ha permanecido intacto en la memoria de la narradora.

domingo, 19 de noviembre de 2017

HACIA LA LUZ

MIRADAS
Con su habitual ritmo pausado, Naomí Kawase narra la historia de Misako - una muchacha escritora que partiendo de los guiones de películas, los transforma en descripciones para su locución durante la proyección a personas invidentes - y su relación con Nakamori, un fotógrafo maduro al que una enfermedad degenerativa de sus ojos está privando progresivamente de la vista. Hasta aquí todo es perfecto: las palabras se transforman en imágenes, las descripciones se transforman en bellos poemas, como una sucesión de haikus, y Nakamori, un buscador de la belleza a través  de sus fotos, acabará por aceptar su próxima ceguera y admitirá que por el amor, esa belleza ya no estará en su mirada, sino en las imágenes que provocan las descripciones de Michiko.
Pero algo falla. La obsesión de Kawase por las personas de edad anciana, le hace introducir una segunda historia como es la relación entre Michiko y su madre, enferma de Alzheimer, que irrumpe en la trama principal, rompe la continuidad del relato y que acaba por resultar un añadido que nos siembra  dudas sobre lo que quería contarnos realmente.

domingo, 12 de noviembre de 2017

LA GRAN ENFERMEDAD DEL AMOR

GENTE
Kumail Nanjiani escribe e interpreta en clave de tragicomedia como conoció a su esposa Emily Gordon. Por medio de unos muy inteligentes diálogos y una narrativa admirablemente fluida del para mí desconocido director Michael Showalter, nos adentramos en el mundo de una familia tradicional pakistaní asentada en Chicago, en conflicto permanente con un mundo que ya no es el suyo y que se empeñan en conservar y en el que Kumail se siente extraño. Hay en este conflicto una crítica dura como también la hay en la relación con la familia americana de su pareja.
Pero la película ofrece mucho más que eso, porque bucea en la interioridad de sus personajes hasta hacérnoslos plausibles y entrañables, y todo y todos están bañados de amor y de humor, un humor que aligera el drama (como cuando aparece la enfermedad de Emily) y da gravedad a lo que es pura comedia, provocando nuestra risa. El resultado muestra una enorme sensación de frescura, de naturalidad, de pureza, algo insólito en el cine de hoy. Hay espléndidas interpretaciones, la del protagonista, la de Zoe Kazan, la de Holly Hunter y el resto de los actores. Estamos en Chicago pero  algo flota en el aire que nos retrotrae al Nueva York de Woody Allen. Y es que lo que recordamos, lo que permanece en nuestra memoria, es algo tan simple como difícil de transmitir, el poder contemplar el fluir de unas vidas. 

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL TERCER ASESINATO

DUDAS Y CERTEZAS
Koreeda escribe y dirige su particular "Rashomon". Pero a diferencia del original, aquí no se trata de mostrar el punto de vista de unas personas sobre un mismo suceso, sino que hay una búsqueda de la verdad, una indagación profunda en la vida de las personas directamente implicadas y un más que inquietante análisis sobre el discurrir de la vida y la proximidad de la muerte.
No se trata en este caso de encontrar certezas sino de sembrar dudas. Las emociones, los sentimientos, el honor, los vínculos familiares que tanto explora el director, se imponen sobre lo que en apariencia, es un simple drama judicial cuyo resultado está decidido de antemano. Apoyado por excelentes actores, en una precisa fotografía y en un ritmo narrativo tan solemne y pausado como una tradicional ceremonia del té, esta obra ratifica la condición de autor de Koreeda en su mejor momento de creatividad.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

HANDIA

FRUSTRACIÓN
El dúo Garaño-Goenaga sabe hacer cine, como ya demostraron en "Loreak", hermoso drama de sentimientos, y cine vasco además, enraizado en historias de esa tierra. Aquí han recogido la vida del gigante de Alzo, un casi "biopic" de uno de los hombres más altos del mundo, que se exhibió por media Europa allá por la primera mitad del siglo XIX.
Podría haber valido como melodrama, como expresión de los sentimientos generados por el hecho de ser "diferente" de los demás, por el conflicto que produce esa diferencia al chocar con el mundo normal, por el drama que supone la imposibilidad personal de adaptación a su entorno, por los sueños frustrados por esa condición, pero algo falla. La consciencia de estar haciendo algo que se sale de los caminos trillados, el deseo de acentuar ese hecho, hace que la película adopte una actitud de auto-complacencia, de "mira lo bien que lo hago", que se regodee en sí misma, lo que se traduce en un rebuscado esteticismo, en una frialdad que ahoga emociones y sentimientos, que solo parece centrarse en la actitud de unos personajes que buscan aprovecharse de su situación, sin ahondar en su intimidad o en sus dramas personales. El cine está ahí, en haberse atrevido a rodar una película sobre un gigante sin gigantes, en las bellas imágenes que pretenden hacernos olvidar la frustración de lo que podría haber sido y no llega a ser, pero uno acaba por echar de menos la sencillez y el calor que esperaba que se desprendiera de un relato como este.